sábado, 16 de enero de 2010

Javier Balibrea, cara visible de Discos Zona y actor de teatro- Por Ángel Sopena


Ha muerto un hombre bueno: Javier Balibrea Sánchez, 'El Bali', silenciosamente, como si no hubiera querido molestar a nadie. El Bali, Balibreski -así me gustaba llamarle con cariño-, simbolizaba la tolerancia, el respeto y el compromiso. Pertenecía a una raza especial de hombres de bien.

Aunque era amigo de toda la vida, desde la infancia en el barrio de Vistabella (un lugar especial que marca), mi vinculación con El Bali era la música, los discos y los conciertos. En los tiempos del Zona se pasaba allí media vida, escuchando discos, seleccionando sus 'presas' (quiero decir discos), hablando de música, echando una mano...

Fue su academia y el ágora donde se forjó; llegó a ser el 'shop assistant'. Era como una de esas escenas de 'Alta Fidelidad' que tan bien contaba Nick Hornby. Compartíamos muchos recuerdos, casi todos con sonrisa de por medio; desde aquella visita que nos hiciera Poch de Derribos Arias, a aquella otra del actor Quique San Francisco 'El membrillo' (nunca hablé con el Balibreski sobre si le influyó en su carrera como actor cuando se iniciaba en el Teatro del Matadero). También recuerdo el concierto privado que Jonathan Richman nos dio en el camerino de La Carroza a los 'socios' de Rock For You, una aventura para gozar y perder dinero en la que el Bali tomó parte. Le hicimos al Richman de traductores para un disco, e incluso quiso llevarnos de palmeros a California (lo mismo deberíamos haber aceptado). O aquel viaje organizado para ver a Bruce Springsteen en Montpellier, cuando la gira de 'Born in the USA'.

El Bali era superfan del Boss, y de Elvis Costello, Nick Lowe, Nacha Pop... A ambos nos premió por cosas de música el Café Continental, que regentaba Emilio Morales (él precisamente me ha dado la triste noticia, un mazazo, y me ha conminado a escribir estas líneas, que me resultan tan difíciles sin distanciamiento brechtiano).

Se me agolpan miles de recuerdos hermosos y ningún reproche (bueno, la verdad es que la corbata que me cortaron él y Juanito Ross el día de mi boda era chula). Lo que más destacaba de este honesto y consumado actor era su apasionado amor por la música y el teatro. Le entrevisté no hace mucho en mi programa de radio, junto a La Momia Que Habla, por el estreno de 'Traduciendo a D´' donde el Bali recitaba a Dylan -el parecido físico era notorio-.

Los que conocíamos y queríamos a este tipo de mirada vivaz, los que disfrutamos de su amistad y compartimos con él la emoción de escuchar música, como la que pinchaba en garitos como el Torreta, nos sentimos ahora un poco solos en este mundo. El Bali fue un hombre discreto, equilibrado, se hacía querer. Ahora debe estar cruzando las galaxias, como dice el título de ese último musical inspirado en Los Marañones, que otro Javier, González Soler, dirigía y él protagonizaba. Qué cierto aquello del vacío cuando un amigo se va. Aunque lo vi hace sólo unos días tan ufano, mi último recuerdo es la vuelta de un concierto de Calamaro, los dos charlando sobre la vida con el fondo musical que nos proporcionaba la radio del coche. El Bali permanecerá en nuestro recuerdo.

Publicado en La Opinión de Murcia. por Ángel Sopena

No hay comentarios:

Publicar un comentario